jueves, 15 de enero de 2015
El consejo de los cardenales al papa Julio III
El recelo del catolicismo en relación a las verdades de la Sagrada Biblia siempre ha sido un hecho. Si ahora el católico-romano medio tiene más libertad para leer la Biblia, es porque, 1) Roma, dado los tiempos que corren, no puede impedir a sus fieles que la lean, 2) Roma realmente piensa que también dados los tiempos de modernismo y culto a la ciencia humana y al materialismo, pocos fieles van a encontrar en la Biblia una respuesta que les satisfaga.
Lo primero es cierto. Lo segundo es equivocado, porque cuando el católico lee la Palabra de Dios con fe, su vida empieza a cambiar, y empieza a experimentar verdadera hambre y sed de Dios que le hace buscar más allá del círculo católico-romano. Esto último lo sabían los cardenales del tiempo de la Contrarreforma.
Los más altos responsables del catolicismo romano están perfectamente conscientes de las contradicciones insalvables entre la Sagrada Biblia y el sistema de la Iglesia de Roma.
En un discurso proferido por los cardenales de la Curia Romana, al Papa Julio III, en 1550, inmediatamente después de su ascensión al Papado, éstos, conscientes de tales contradicciones, aconsejaron al recién llegado a la "silla de San Pedro". Ese discurso está contenido en un documento histórico, del tiempo de la Reforma, conservado en la Biblioteca Nacional de París, en la hoja B, nº 1.088, vol. II, págs. 641 -650. De ese documento, sacamos los siguientes pasajes, que aclaran bien esas contradicciones.
Atención a lo que los cardenales dicen: «De todo el consejo que podemos ofrecer a vuestra Santidad retuvimos lo más necesario hasta el fin. Hay que abrir bien los ojos y usar toda la fuerza posible en la cuestión, a saber, para permitir lo menos posible la lectura del Evangelio especialmente en el vernáculo (lengua nativa), en todos los países bajo la jurisdicción. Baste la pequeña parte del Evangelio leída usualmente en la misa, y no se permita que nadie lea más».
¿Roma espantada de la verdad de la Biblia? Así es....Más adelante, los cardenales advierten al Papa: «En cuanto el pueblo esté contento con esa pequeña porción, florecerán los intereses de vuestra Santidad, pero cuando el pueblo quiera leer más, sus intereses comenzarán a fallar».
Después, los cardenales fueron hasta el punto de definir la Biblia como su verdadero enemigo: «La Biblia es un libro que, más que cualquier otro, ha levantado contra nosotros los alborotos y tempestades, por los cuales casi perecemos».
¡El único interés de Roma es no perecer! A continuación reconocen que hay conflictos entre la Biblia y lo que se enseña en la Iglesia Católica: «De hecho —escriben los cardenales—, si alguien examina de cerca y compara las enseñanzas de la Biblia, como ocurre en nuestras iglesias, entonces encontrará discordias y comprenderá que nuestra enseñanza es muchas veces diferente a la Biblia y nunca cesará de desafiarnos hasta que todo sea expuesto y entonces nos volveremos objeto de burlas y odios universales».
Finalmente, aconsejan al Papa qué hacer con la Biblia: «Por tanto, es necesario retirar la Biblia de la vista del pueblo, pero con cuidado, a fin de no causar rebelión».
Todo esto, —subráyese—, fue dicho por los Cardenales de Roma al Papa Julio III. Parece que la cuestión está pues suficientemente clara: Roma tiene miedo a la Biblia porque la Biblia pone a Roma en evidencia; y esto dicho por la misma Roma. ¿Qué más podemos añadir al respecto?
Por eso queremos animar a todos los católico-romanos a que lean con atención y fe el único libro que define perfectamente el pensamiento, voluntad y carácter del Creador, la Biblia. La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, y no hay manera de mantenernos fieles al Señor a menos que la conozcamos y la obedezcamos.
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